El
término “Educación Preescolar”, como etapa previa para la educación
básica, no refleja de manera amplia y adecuada la verdadera esencia de
este nivel ya que el mismo solo tiene una connotación de escolarización.
Es por esta razón que la misma se denomina Educación Inicial dando así
cabida a una concepción que la caracteriza como una etapa de atención
al niño y a la niña, que abarca desde la gestación hasta los seis años,
con la participación de la familia y la comunidad, así como el uso de
estrategias destinadas a brindar dicha atención.
El
programa de Educación Inicial se planifica y ejecuta basándose en ejes
de crecimiento que persiguen el desarrollo integral del individuo
considerando principalmente el proceso biopsicosocial en forma
funcional. “El desarrollo social y profesional de una persona, su
consciente emocional o su inteligencia emocional son mas importantes que
su innato consiente intelectual” (Coleman 1995).
En
este sentido es importante resalta que el desarrollo emocional del niño
comprende un conjuntos de interacciones genéticas y ambientales que
definen el comportamiento psíquico del individuo.
El
entorno escolar constituye un agente favorecedor de expresión de
sentimientos y emociones, en el que el docente como mediador debe ser
propiciador de actitudes emocionales, es decir, reconocer sentimientos
propios y ajenos y manejar bien las emociones considerando que la
inteligencia emocional se define según Colleman (1995) como:
La
forma de estructurar con un mundo que tiene mayor en cuenta los
sentimientos y engloba habilidades como el control de los impulsos, la
autoconciencia, la motivación , el entusiasmo, la perseverancia, la
empatía, la agilidad mental, rasgos de carácter como la autodisciplina ,
la compasión, o el altruismo, le resultan indispensables para una
efectiva y creativa adaptación social.
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